martes, 30 de mayo de 2017

El aborto mata el amor incondicional

El amor incondicional es una poderosa barrera que se sitúa entre cada uno de nosotros y el mal que invade nuestras mentes y relaciones. Nos hace impermeables a las tentaciones de hacer daño a quienes amamos, ya sean familiares, vecinos o extraños. Cuando desaparece el amor incondicional, se extiende el egocentrismo y el pecado corre a llenar ese vacío, y con frecuencia es un pecado de la peor especie.

Su presencia impulsa a gente corriente, como la Madre Teresa o el padre Jerzy Popieluszko, a ser auténticos santos, cuyas vidas demuestran un amor extraordinario y altruista. Su ausencia puede hacer un monstruo de cada uno de nosotros.

La perversa dimensión de la América pro-abortista
Como clara prueba, consideremos el aborto. El impacto del aborto sobre el amor incondicional va más allá del acto asesino en sí mismo. Su frívola aceptación por adultos que son padres produce consecuencias asombrosas e involuntarias en innumerables familias, arrebatando a sus hijos el sentido de su seguridad personal y de su propio valor.

Aunque resulte extraño, sospecho que existe una correlación entre esta forma de ser padres y la generación políticamente correcta, tan vulnerable, que puebla hoy las universidades. ¿Por qué estos chicos ansían espacios seguros (ambientes similares al regazo de mamá, totalmente imposibles), libres de discusión, de toda forma de desacuerdo ideológico y de cualquier cosa que pueda suponerles pensamientos tristes o sentimientos molestos?


En los últimos años proliferan en las universidades norteamericanas los "espacios seguros": lugares concretos del campus donde está prohibido manifestar cualquier opinión discrepante de la corrección política o que alguien pueda considerar "ofensiva" por cualquier razón. Este hecho ha sido considerado una muestra de la endeblez anímica de la generación llamada de los millenials, cuya edad camina aproximadamente con el siglo, y que les haría incapaces de contrastar ideas de fondo sin sentirse agredidos. Abajo, tres chistes críticos con la existencia de los safe spaces [espacios seguros].


Bienvenido al campus. Precaución: aprender puede producir traumas.


Los críticos de los espacios seguros denuncian la mezcla de infantilismo y consagración de las ideas políticamente correctas que supone su existencia.


[El cartel muestra la quiebra de la libertad de expresión en los "espacios seguros".]

Quizá es porque nunca han sentido una auténtica seguridad en casa, sobre todo desde ese día en el que mamá les explicó que apoyaba de todo corazón el derecho al aborto. ¿Qué puede ser más dañino, más perjudicial para una psique joven, que saber que mamá estuvo abierta a la posibilidad de acabar con tu existencia, arrancándote de su vientre, miembro a miembro, para luego irse sin remordimiento, como si tú nunca hubieras existido?

Y muy bien puede haber otro componente para esto. Como los padres clasifican a sus hijos en “queridos”, “no queridos” y descartados, acaban teniendo menos hijos que educar, y con ello no solo dedican mayor atención hacia los no abortados, sino que también se les asignan mayores e irreales expectativas.

Los chicos lo saben, ¿cómo no saberlo? Fueron elegidos para vivir, así que tienen mayores expectativas que colmar: de otro modo podrían, en el peor de los casos, ser descartados por papá y mamá en algún momento del camino o, en el mejor de los casos, ser considerados más merecedores de disgusto que de amor.

Quienes han sido elegidos para vivir tienden también a estar sobre-protegidos, lo cual también contribuye a que esos niños se conviertan en vulnerables.

El caso es que la inserción de la aceptación del aborto en cualquier familia crea una dinámica demasiado extraña, en la medida en la que elimina el amor incondicional (ese que está en el corazón de cualquier familia que funcione bien) y los niños son quienes sufren las consecuencias. Para un padre, admitir ante su hijo que apoya el aborto es una forma de abuso infantil: apaga en el niño cualquier idea de amor incondicional del padre por el hijo.

Personalmente, yo no sabría cómo empezar a decirle a mi hijo: “Abortamos a tu hermano mayor ya tu hermana menor, pero a ti te conservamos”. ¿Cómo no va eso a erosionar el fuerte sentimiento fundante de un amor paterno sin condiciones?

Nuestra familia se construyó mediante la adopción. Yo era indiferente hacia el aborto hasta que trajimos a casa a nuestro hijo mayor. Simplemente, el aborto era algo en lo que no había pensado mucho. Aquella noche de hace veinte años, mientras acunaba a nuestro hijo por primera vez para dormirle, me sentí muy agradecido a su madre biológica por decidir no abortarle. Al momento siguiente, me estremeció de horror comprender que millones de niños y niñas como él habían sido asesinados en el vientre de sus madres, negándoles la oportunidad ni siquiera de respirar una vez. Me dio un vuelco el estómago.

El aborto supone un rechazo total del amor incondicional. Dios crea la vida y nos invita a participar con él en esa tarea. Pero, para muchos, los niños ya no son vistos como un regalo de Dios. En su lugar, cada niño concebido ahora cae claramente en una de estas dos categorías: a) conveniente; b) inconveniente.

El mensaje a todos los niños, empezando de forma especial por los millennials, es: “Eres prescindible. Tienes suerte de estar aquí”. Nuestra cultura del descarte nos ha devaluado a todos más de lo que creemos.

 http://www.religionenlibertad.com/doug-mainwaring-homosexual-matrimonio-gay-una-las-causas-55126.htm

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