viernes, 31 de marzo de 2017

Encarcelada por luchar contra el aborto

Wagner se ha convertido en la voz de aquellos que no la tienen y en la defensora de aquellos que no pueden defenderse, porque, como explicó en una ocasión, “los niños que ese día van a ser asesinados no tienen a nadie que vaya a luchar por ellos”.
Mary Wagner es una mujer canadiense que ha sido encarcelada en varias ocasiones por defender la vida de los bebés a los que sus madres iban a abortar. Se trata de la heroína que lucha a favor de la vida y los derechos de estos niños sin importarle las consecuencias.
Wagner se ha convertido en la voz de aquellos que no la tienen y en la defensora de aquellos que no pueden defenderse, porque, como explicó en una ocasión, “los niños que ese día van a ser asesinados no tienen a nadie que vaya a luchar por ellos”.
“La gente a menudo me pregunta si no podía simplemente quedarme fuera de la zona en la se me ha prohibido entrar, y de esa manera, evitar el arresto. Pero cuando me plantea esta cuestión se olvidan algo: los niños que ese día van a ser asesinados no tienen a nadie que vaya a luchar por ellos. ¿Vamos a dejar de acudir a la clínicas y abandonarlos a ellos y a sus madres por obedecer una restricción inmoral impuesta por las autoridades?”, explicó Wagner en una carta.
La valentía de Mary no conoce límites. Ha sido condenada un total de diez veces y desde el año 2000, cuando decidió dedicarse a tiempo completo a luchar por los bebés, ha pasado cuatro años en prisión sumando diferentes condenas por intentar salvar vidas. Pisó la cárcel por primera vez con tan sólo 23 años y ella misma asegura que ya ha perdido la cuenta de las veces que ha sido arrestada.

 La Virgen de Guadalupe, patrona de los no nacidos

El pasado 12 de diciembre de 2015, el día de la Virgen de Guadalupe, Mary acudió al centro abortista situado en el complejo comercial Boor West Village (Toronto) para repartir rosas a las madres y convencerlas para que no acabasen con la vida de sus hijos.
“Fuiste hecha para amar y ser amada. Tu bondad es más grande que las dificultades. Las circunstancias en la vida cambian. Una nueva vida, aunque sea diminuta, promete un gozo irrepetible. ¡Hay esperanza!”, suele decir a las madres de los centros. Wagner acabó en prisión y tuvo que pagar una multa de 5.000 dólares.
El 25 de abril de 2016 fue puesta en libertad y recibida con aplausos por los medios y grupos provida canadienses.

Sin embargo, Wagner volvió al centro el 12 de diciembre de 2016, dispuesta de nuevo a salvar la vida de estos bebés. Esta vez ha sido condenada a un año y medio de cárcel y todo apunta a que cuando salga de prisión, continuará con su lucha a favor de la vida.
“Si pensamos simplemente en que podemos ser arrestados o no, perdemos de vista a Cristo, escondido en ‘el angustiante disfraz de los pobres’. Unos niños tan pobres que no podemos ni verles ni escucharles”.
 http://gaceta.es/noticias/mary-wagner-mujer-encarcelada-evitar-abortos-defender-vida-06022017-1431

martes, 21 de marzo de 2017

Un libro contra el aborto

Ann McElhinney nunca había estado vinculada al mundo provida. Cuando era estudiante y en la Universidad mostraban fotos de la atrocidad del aborto ella lo argumentaba diciendo “un trasplante de corazón también es brutal para la vista”, a lo que añadía “es algo maravilloso y no veo fotos de eso”.
McElhinney aseguraba que no se fiaba de la procedencia de las imágenes sobre el aborto. Siempre había pensado que eran fotografías manipuladas con las que los provida instauraban el miedo.

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Sin embargo, algo en 2013 hizo que los pensamientos de la periodista cambiasen por completo. El juicio del doctor Kermit Gosnell en Filadelfia, acusado de practicar abortos a menores y de matar a bebés vivos, cambiaron los sentimientos de McElhinney.


La periodista de investigación Ann Mcelihenney.
La periodista de investigación Ann McElihinney.
En un artículo reciente para The Daily Signal, la periodista de investigación ha relatado como en la Sala de Audiencias se mostraron imágenes y se contaron testimonios que nada tenían que ver con los activistas provida, sino que procedían de detectives de la policía y médicos forenses.Ahora, McElhinney ha afirma: “Palabras, más palabras y las imágenes que mostraban me cambiaron. No soy la misma persona que era”. A la par que ha asegurado: “Ahora sé que lo que se aborta es una persona, con pequeñas manos y uñas, y una cara que desde los primeros tiempos tiene expresión”.
Las fotos de los bebés que fueron mostrados en el juicio del doctor Gosnell en las que salían “bebés en toda su inocencia y perfección” hicieron que McElhinney pasase a sensibilizarse con el drama del aborto
Las fotos de los bebés que fueron mostrados como prueba en el juicio del doctor Gosnell en las que salían “bebés en toda su inocencia y perfección” durante los diferentes trimestres del embarazo hicieron que McElhinney pasase a sensibilizarse con el drama del aborto y a valorar que lo que le habían enseñado años antes en la Universidad a través de fotografías se trataba vidas humanas.
La periodista ha plasmado en un libro su investigación: “Gosnell: The Untold Story if America´s Most Prolific Serial Killer” (La historia no contada del asesino más prolífico de América) y ha sentenciado en The Daily Signal que ahora también sabe lo que es realmente un aborto.
“Los bebés son envenenados en el vientre de su madre mediante la inyección de una aguja llena de cloruro de potasio en el corazón del bebé. A continuación, el bebé se succiona en pedazos”, ha descrito.
He llorado en mi ordenador. He rezado el Padre Nuestro sentada en mi escritorio”
McElhinney, que ha necesitado leer distintos testimonios e investigado para escribir el libro y para redactar el guión de la película que se estrenó el pasado año, ha constatado que “ha sido brutal”. He llorado en mi ordenador. He rezado el Padre Nuestro sentada en mi escritorio”, ha confesado.


Portada del libro Gosnell: The Untold Story of America´s Most Prolific Serial Killer.
Portada del libro Gosnell: The Untold Story of America´s Most Prolific Serial Killer.
Con el filme y el libro, pretende dar a conocer la historia de Gosnell, el “killer” de bebés recién nacidos, y de esta forma concienciar tanto al público como a los lectores de lo que supone esta atrocidad.

La historia de Kermit Gosnell

Pero ¿quien era Kermit Gosnell? Se trataba de un médico que trabajaba en la Sociedad Médica de la Mujer en Filadelfia. Hace seis años, él y varios empleados fueron acusados de varios cargos de asesinato, de realizar abortos ilegales y de violar la Ley de Consentimiento Informado.
En 2011, se hizo público que el médico realizaba abortos tardíos a mujeres pobres e inmigrantes por una cantidad que oscilaba entre los 1.600$ y los 3.000$. Ese mismo año fue arrestado.
Los fiscales alegaron que mató a siete bebés -nacidos vivos- por la ruptura de su médula espinal con unas tijeras; y también a una mujer de 41 años. Karnamaya Mongar, una refugiada de Nepal que murió a consecuencia de una dosis muy alta de anestesia suministrada en la última etapa de su embarazo.
Estas no han sido las únicas atrocidades de Gosnell. Sus prácticas ilegales le llevaron a realizar un aborto a una niña de 15 años sin permiso de los padres.


El 'Killer' de bebés recién nacidos Kermit Gosnell.
El ‘Killer’ de bebés recién nacidos, Kermit Gosnell, sentenciado a cadena perpetua.
Tras numerosas peripecias, a Gosnell se le acusó de homicidio en primer grado, cargos de conspiración y violación de la ley estatal, que prohíbe los abortos a partir de la semana 24 de gestación.El médico, junto a varios miembros de su equipo, entre los que se encontraba su esposa, fue declarado culpable en 2013, siendo sentenciado a cadena perpetua sin posibilidad de poder obtener la libertad condicional.
http://www.actuall.com/vida/las-atrocidades-que-vio-en-su-investigacion-sobre-el-aborto-la-convirtieron-en-provida/

lunes, 13 de marzo de 2017

María abortó en la adolescencia

El testimonio de una mujer que abortó cuando era adolescente, y a la que ayuda el Proyecto Mater, marcó el primer Acto Homenaje a los No Nacidos organizado por el Arzobispado de Toledo
«Cuando era una adolescente, mi novio y yo concebimos un hijo. El pánico y la desesperación se apoderó de ambos. En secreto, gracias a un amigo, contactamos con alguien que nos ayudaría a solucionar el problema. La solución: el maldito aborto. Y sí, lo hicimos y ya nada fue igual, porque con mi pequeño se marchitó mi vida como una rosa que se arranca del rosal. Depresiones, autodestrucción, soledad, angustia, tristeza, culpa, vacío, ganas de morir, insomnio, autodesprecio, añoranza permanente de ese bebé que no nació por mí culpa, eso y más infelicidad reinaron en mi vida por años. No conozco nada tan espantoso y repudiable como condenar a muerte al que es sangre de tu sangre, carne de tu carne y fruto de tus entrañas. Por eso digo que no importa tu edad, no importan las circunstancias ni la forma ni si estará enfermo ni lo que dirán…, apuesta por la vida. No dejes que te confundan, nunca un hijo es un error ni un castigo. Es una bendición».
Son palabras de María, nombre ficticio, una mujer con síndrome posaborto, a la que está acompañando Proyecto Mater, y que hoy más que nunca apuesta por la vida. Su testimonio provida invitaba a implicarse en el Acto Homenaje a los No Nacidos que por primera vez se celebró en la ciudad de Toledo; un acto que con motivo del día de los Santos Inocentes fue organizado por el Grupo de Trabajo Evangelium Vitae de la archidiócesis de Toledo, formado por Cáritas Diocesana de Toledo, Proyecto Mater, la Delegación de Familia y Vida, el Secretariado de Pastoral de la Salud y el Grupo Areópago. Un homenaje que reunió a unas cien personas, la mayoría de ellas familias, en el que se rezó por la vida humana y por cada uno de los niños que cada día –300 niños, según cifras oficiales– mueren en España a causa del aborto.
Los asistentes, unidos en oración con el rezo de un rosario por la vida que recorrió el paseo de Merchán de Toledo, expresaron su compromiso de promover, impulsar y activar la cultura de la vida, pues tal y como expresaron en el manifiesto que se leyó a continuación, «nuestro mundo no será justo ni pacífico, ni progresará, ni será verdaderamente humano ni libre, mientras no se respete el derecho a la vida de todo ser humano, sea cual sea su origen, su estado de salud, o las expectativas de vida que tenga».
Así, se reivindicó que «tenemos que defender la vida de aquellos de los nuestros que hoy están amenazados de mil maneras, por tantos frentes y de tantas formas a veces muy sutiles». De este modo, hicieron visibles a tantos santos inocentes que no son portada en la prensa ni son noticias, porque nadie los reivindica…
El delegado episcopal de Cáritas Toledo, José María Cabrero, afirmó que «hoy más que nunca estamos llamados a ser pueblo de la vida con la oración y el compromiso», recordando las palabras de San Juan Pablo II en Evangelium vitae de que «estamos en una enorme crisis de humanidad que afecta a la dignidad humana y sus derechos».
Mónica Moreno. Toledo
http://www.alfayomega.es/86754/maria-aborto-en-la-adolescencia-no-te-dejes-confundir-un-hijo-nunca-es-un-error-ni-un-castigo-proyecto-mater-acto-homenaje-a-los-no-nacidos-arzobispado-toledo

jueves, 9 de marzo de 2017

De abortista a provida

Al otro lado de la verja

El viaje de Abby: de un centro abortista a las filas provida

Rosa Cuervas-Mons
La activista provida Abby Johnson ha visitado España para alertar del oscuro negocio del aborto. Ella lo conoce bien, porque lo vivió desde dentro.
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Abby Johnson ha visitado España, invitada por la organización Derecho a Vivir, para explicar a los políticos por qué es importante que las administraciones locales y autonómicas apuesten por vigilar exhaustivamente la actividad de los centros abortistas, con independencia de lo que paute la ley vigente del aborto. Está convencida de que vigilar el negocio abortista es clave para reducir el número de abortos. Lo sabe, porque ella formó parte de ese modelo de negocio de la industria del aborto durante muchos años. Luego vino el cambio a las filas provida. Ésta es su historia:
Ciudad de Bryan,Texas. Cien pasos separan al Centro de Salud y Planificación Familiar de Planned Parenthood de la sede de Coalition for Life.Y en medio, una verja. Una verja que separa al cuartel general de la muerte -una de las clínicas abortistasmás activas del estado- del cuartel general de la vida -la pequeña oficina de Coalition for Life donde nació la iniciativa Cuarenta días por la vida-. La misma verja que cruzó con lágrimas en los ojos Abby Johnson, directora del Centro de Planificación, después de participar en el aborto de un feto de 13 semanas.
"Apliqué el lubricante sobre el vientre de la paciente y deslicé la sonda del ecógrafo hasta que el útero pudo verse en la pantalla. Podía ver el perfil perfecto y entero de un bebé de trece semanas. ‘¿Qué voy a presenciar?’.  Mi estómago se contrajo. ‘No quiero ver lo que está a punto de suceder’. La cánula, un instrumento estrecho conectado al tubo de succión, había sido introducida en el útero y estaba cerca del bebé. Mis ojos se detuvieron en el rostro de la paciente. Las lágrimas le brotaban de la comisura de los ojos. Era evidente que tenía dolores. Al principio el bebé pareció no darse cuenta de la presencia de la cánula, que se había acercado con sigilo a un lado del cuerpo. Por un instante sentí alivio. ‘Por supuesto’, pensé, ‘el feto no siente dolor’. El siguiente movimiento fue la repentina sacudida de un pequeño pie. El bebé daba patadas, como si intentara huir del extraño invasor. Mientras la cánula avanzaba, el bebé empezó a luchar por darse la vuelta. Estaba claro que podía sentir la proximidad de la cánula y que aquello le daba mala espina. Y entonces irrumpió la voz del doctor, sobresaltándome. ‘Scotty, teletranspórtame’, le dijo divertido a la enfermera. Le estaba pidiendo que conectara el modo de succión. Tuve ganas de gritar: ‘¡Parad, por favor!’. De decirle a la mujer: ‘¡Mira lo que están haciendo con tu hijo, despierta!’. El médico había girado de nuevo la cánula y pude ver un cuerpo minúsculo retorcerse violentamente. Pareció como si el bebé se hubiese escurrido como un paño de cocina, retorcido y arrugado. Y entonces, el pequeño cuerpo se estrujó y empezó a desaparecer ante mis ojos. La última cosa que vi fue una columna vertebral diminuta y perfectamente formada, succionada por el tubo. Se había acabado, el útero estaba vacío”.
Este es el terrible comienzo del libro Sin planificar, escrito por la exdirectora de la clínica abortista de Texas, Abby Johnson. También fue, años antes de la existencia del libro, el principio de un viaje que cambió la vida y los valores de Johnson para siempre. Diez minutos que hicieron tambalear sus cimientos y le hicieron salir de los muros en los que había trabajado durante ocho años para unirse ‘al enemigo’, a las filas provida que, también durante ocho años, habían rezado, día a día y hora tras hora, frente a la clínica. Al otro lado de la verja.
Que no escuchen Inmediatamente después de aquel aborto Abby Johnson se preocupó de que la mujer estuviera bien -eso, preocuparse por la salud de las mujeres, era lo que llevaba haciendo desde que comenzó como voluntaria en Planned Parenthood- y después corrió a refugiarse al despacho de dirección al que había llegado tras una impecable carrera profesional de ocho años.
“Ahora que la venda había empezado a caerse de los ojos, se me vino encima, como una losa, el sentimiento de culpabilidad por los innumerables abortos realizados allí, incluidos los míos [dos]”. Abby fue consciente entonces de que había participado en una muerte. “Una muerte; no un procedimiento médico ni una solución quirúrgica. No el valiente paso de una mujer en el ejercicio de su derecho a decidir sobre su cuerpo. La muerte de un bebé indefenso”.
Las frívolas palabras del médico abortista -“Scotty, teletranspórtame”- y las imágenes del diminuto cuerpo succionado no se borraban de su cabeza. Le costaba coger aire. Entonces se prometió a sí misma que no volvería a participar en un aborto y se fue a su casa. Habló con su marido sobre lo que acababa de ver y él -cristiano, provida y eterna voz de la conciencia de Abby- la enfrentó de nuevo a sus incoherencias.
“Que no participes en eso no quiere decir que no siga ocurriendo”. Pero a Abby le gustaba su trabajo, ayudar a lasmujeres sin recursos que necesitaban planificar su descendencia, que quedaban embarazadas después de una violación o que habían contraído alguna enfermedad sexual. Al menos con ese espíritu había entrado como voluntaria hacía ocho años en la clínica de Texas. Aquel lejano día vio por vez primera a ‘los provida’. Gente, en su mayoría pacífica, que rezaba al otro lado de la verja que rodea al abortorio de Planned Parenthood. Gente contra la que ella debía luchar al ir a buscar a las mujeres que acudían a abortar. “Háblales de cualquier cosa, entreténlas, que no escuchen a los de la verja”, le habían dicho entonces los de Planned Parenthood.
Porque los provida eran -eso es lo que le habían contado a Abby- gente sin escrúpulos en contra del aborto y también de la planificación familiar que querían ver a las mujeres que abortaban en la cárcel y que preferían que hubiera carnicerías ilegales a centros médicos donde practicar abortos seguros.
Asesinado a tirosOcho años después ese mundo de argumentos se venía abajo. Dos sábados al mes el centro que Abby dirigía practicaba abortos como churros. De 25 a 30 cada mañana para ganar más dinero. Y, para que fueran más rápidos, nunca se usaba el ecógrafo, lo que ponía en peligro a la mujer al aumentar la probabilidad de una perforación de útero. Pero entonces  llegó ese médico que, a veces, utilizaba el ecógrafo para el aborto y Abby tuvo que sujetarlo y ver lo que vio.
Recordó la consigna de la dirección de Recursos Humanos de Planned Parenthood ante la escasez de fondos: “Hay que aumentar los ingresos por aborto”. “Pero ¿no estamos aquí para hacer que el aborto sea cada vez menos frecuente?, ¿no somos una organización sin ánimo de lucro que se preocupa por la salud de la mujer?”, preguntó enfadada Abby. “Organización sin ánimo de lucro es una definición legal, no un modelo de negocio”, le respondieron con ironía.
Lunes; de nuevo en la clínica. Abby mandaba solicitudes de empleo desde su ordenador decidida a abandonar aquel trabajo antes del sábado siguiente. No quería estar allí el día que volvieran a practicarse abortos. Entonces se asomó a la ventana, y vio salir del centro a una mujer con una bolsa de viaje. ¡Ese día también había abortos!, ¡la nueva política de recogida de fondos les había obligado a ampliar el servicio!
Y, al otro lado de la verja, como siempre, jóvenes rezando, explicando a las mujeres que entraban en la clínica que había más opciones, que podían ayudarles a sacar adelante a sus hijos o a darlos en adopción... “En ese momento una luz penetró en la oscuridad y pude verlo con
claridad. ¡Estoy en el lado equivocado de la verja!”.
Abby salió de su despacho con lágrimas en los ojos y corrió hacia la sede de Coalition for Life. Llamó antes de entrar para evitar asustar a los voluntarios. Asustar, sí, porque los provida y los proaborto eran dos grupos enfrentados y con fanáticos en ambos bandos. Solo hacía dos meses que un médico abortista había sido asesinado a tiros por un loco; Abby había encontrado amenazas de muerte en su coche. Coalition for Life luchaba contra estas actuaciones con la misma vehemencia con la que defendía la vida. Ellos eran pacíficos y respetaban a la mujer. Pero ver a la directora de la clínica ante la que rezaban, la mujer que, públicamente, los había insultado y tachado de extremistas, llorando en la puerta de su sede, habría sido demasiado para ellos.
“Soy Abby Johnson”, dijo por teléfono entre sollozos. “Estoy en la puerta. ¿Puedo pasar?”. Silencio al otro lado de la línea y después: “Claro, Abby, te esperamos dentro”.
No vas a convertirmeAbby se encontró con Bobby, Karen y Heather, tres jóvenes menores que ella (que entonces rozaba la treintena) a los que conocía de la verja. Comenzó a hablar, lloró y vomitó todas sus culpas. Ellos la abrazaron hasta que llegó Shawn, el director de la sede que había comenzado a frecuentar la verja como voluntario de Coalition for Life hacía ya ocho años, justo a la vez que Abby.
Juntos habían crecido, habían madurado y defendido sus ideas, cada uno a un lado de la verja. Incluso, recordó Abby, tras una discusión a cuenta de una cámara de vídeo instalada en el lado provida -para defenderse de las falsas acusaciones que la clínica lanzaba contra ellos- Abby dijo a Shawn: “No vas a convertirme”.

Y allí estaba Shawn, apoyado en el quicio de la puerta, viendo llorar, pedir auxilio, a una desconsolada -y convertida- Abby. “Un lunes duro, ¿no?”, dijo él. Y se fundieron en un abrazo. Echando la vista atrás, Abby comprendió que los ocho años durante los que se había asomado a la ventana para ver a los del otro lado de la verja le habían calado hondo. Aquella monja que caía de rodillas llorando cada vez que una mujer salía de abortar, el joven Bobby, que trababa amistad con todos -provida y proaborto y que a todos ofrecía su ayuda, la tarjeta que Elizabeth, voluntaria como ella, le dejó un día en un ramo de flores -Abby, rezo por ti-... Sí. Ese era su lado de la verja.
Salió de Coalition for Life decidida a recoger sus cosas y presentar su dimisión. “Me pondré en la verja, por si hay problemas”, dijo Bobby. Abby empaquetó sus pertenencias, la foto de su marido y su hija, la tarjeta de Elizabeth... y se subió al coche. Cruzó por última vez la verja y, cuando miró atrás desde el retrovisor, vio a Bobby caer de rodillas, con los brazos extendidos hacia el cielo, riendo.

domingo, 5 de marzo de 2017

Médico abortista arrepentido

Stojan Adasevic es actualmente el principal líder pro-vida de Serbia. Durante 26 años fue el ginecólogo abortista más prestigioso de la Belgrado comunista. Calcula que realizó al menos 48.000 abortos. Llegó a practicar 35 abortos en un sólo día (nosotros hemos visto entrar a 30 mujeres en 2 horas en un solo abortorio de Madrid). En la era comunista, los libros de medicina decían que abortar era, simplemente, extirpar un trozo de tejido (como ahora para pasar cualquier examen de un profesional sanitario en España).
stojan-adasevicLos ultrasonidos que permitían ver al feto llegaron en los años 80, pero no cambiaron su opinión. Sin embargo, empezó a tener pesadillas. Soñaba con un hermoso campo, lleno de niños y jóvenes que jugaban y reían, de cuatro a 24 años, pero que huían aterrrados de él. Un hombre vestido con un hábito blanco y negro lo miraba intensamente, en silencio. El sueño se repetía cada noche y despertaba con sudores fríos. Una noche preguntó al hombre de negro y blanco por su nombre. «Me llamo Tomás de Aquino», respondió el hombre del sueño. Adasevic, formado en la escuela comunista, nunca había oído hablar del genial santo dominico, no reconoció el nombre. «¿Por qué no me preguntas quiénes son estos niños? Son los que mataste con tus abortos», le dijo Tomás. Adasevic despertó, impresionado, y decidió no practicar más intervenciones.

 Pero ese mismo día vino a su hospital un primo con su novia, embarazada de cuatro meses, para hacerse su noveno aborto, algo bastante frecuente en los países del bloque soviético. El doctor accedió. En vez de sacar el feto miembro a miembro, decidió machacarlo y sacarlo como una masa. Sin embargo, el corazón del bebé salió aún latiendo. Adasevic se dio cuenta entonces de que había matado a un ser humano. Informó al hospital de que no haría más abortos. Nunca en la Yugoslavia comunista un médico se había negado. Redujeron su salario a la mitad, echaron a su hija del trabajo, no dejaron entrar a su hijo en la universidad. ¿Acaso el estado socialista no había pagado sus estudios para servir al pueblo? ¿No estaba saboteando al Estado? Después de dos años de «mobbing» estatal, estaba a punto de rendirse, pero volvió a soñar con Tomás. «Eres mi buen amigo, persevera», dijo el hombre de blanco y negro. Adasevic se comprometió con los grupos pro-vida. Dos veces consiguió que la televisión yugoslava emitiera la película de ultrasonidos «El grito silencioso», de otro famoso ex-abortista, el doctor Bernard Nathanson. A principios de los años 90, el movimiento pro-vida consiguió incluso que el Parlamento aprobase un decreto de protección del no nacido, pero el presidente Milosevic lo bloqueó al negarse a firmarlo. Luego, Milosevic llevó a la guerra civil a los mismos yugoslavos que habían abortado a sus hijos por miles. Hoy el doctor Adasevic ha publicado su testimonio en revistas y diarios de Europa del Este, como revista rusa «Liubitie Drug Druga». Ha vuelto al cristianismo ortodoxo de su infancia y también ha aprendido cosas sobre Tomás de Aquino. ¿Cómo es que un santo católico se le manifestó a él, que ni lo conocía? «Tomás, influido por Aristóteles, escribió que la vida humana empezaba 40 días después de la fertilización», escribe Adasevic en «Liubitie Drug Druga». El doctor sugiere que quizá el santo buscaba compensar ese error. Adasevic, «el Nathanson serbio», prosigue hoy su lucha por la vida de los más pequeños.
Reproducimos aquí el maravilloso artículo de Ginés en LaRazon
 https://rescatadores.live/2017/01/17/despues-de-48-000-abortos/