martes, 20 de septiembre de 2016

Ejemplo de superación

La paralímpica que se negó a abortar y terminó en silla de ruedas
La brasileña Mónica Santos necesitaba una operación cuando estaba embarazada pero no quiso quitarle la vida a su hija para poder ser intervenida
Los Juegos Paralímpicos de Río serán especiales para Mónica Santos. Y no solo porque se hayan disputado en su país, sino porque han sido los primeros que disputa. En honor a su hija, como lo que lleva haciendo toda su vida.
La esgrimista brasileña dijo no al aborto y eso le valió para quedar parapléjica. Cuando tenía 18 años, Santos se quedó embarazada, pero a la vez que le comunicaron la buena noticia le daban una mala: tenía un agioma medular que le obligaba a someterse a una operación. Para ello tendría primero que abortar, dados los riesgos que suponía la intervención, pero se negó. No quería quitarle la vida a su hija.
Decidió posponer la operación hasta después de que naciera su niña, Paola, y solo entonces programó su operación. Pero fue demasiado tarde. Santos se quedó parapléjica, aunque podría haber sido peor y haber quedado tetrapléjica. «Creo que Dios me compensó por no haber matado la semillita que tenía en mí», asegura.
Antes de quedarse embarazada ya practicaba algunos deportes y después de su problema volvió a hacerlo. Empezó con el baloncesto y años después conoció la esgrima. Ahora, 13 años después de quedarse en silla de ruedas, la bicampeona de América ha disputado sus primeros Juegos Paralímpicos, aunque se marchó de Río sin ganar un solo duelo y sin medalla. Su mejor medalla es su hija Paola.

miércoles, 14 de septiembre de 2016

Superviviente de un aborto salino

Tras siete meses en el vientre de su madre ella le abortó, pero logró salvarse

Almudena Martínez-Bordiú
28 noviembre, 2015
Una inyección de solución salina para quemarla fue la ´técnica utilizada´. Pero no lograron matarla y está aquí, con nosotros, luchando por los derechos humanos de las personas no nacidas. La historia de Melissa Ohden es conocida por miles de personas en el mundo, pero siempre se alegra de poder estar aquí entre nosotros para recordarnos cada vez que puede su historia, porque “un solo ser humano asesinado mediante el aborto provoca estragos en generaciones enteras”, denuncia. Ninguno de los profesionales de la salud que en 1977 inyectaron la solución salina  en el vientre de su madre biológica (para matarla quemando su pequeño cuerpo) habrían supuesto lo que iba a ocurrir. La abortaron, pero Melissa logró sobrevivir. Son miles los bebés que logran escapar del primer intento de matanza. Pero la mayoría son asesinados después de nacer… para traficar con sus órganos como en semanas recientes Portaluz. Hoy esta mujer, Licenciada en Trabajo social, colabora en campos como la violencia de género, sexual y de la salud mental. Pero sobre todo, entrega su tiempo a la causa pro vida y está muy comprometida en la atención a la mujer embarazada.


“Una decisión tomada en un momento puede tener una gran repercusión en mucha gente, en su vida y, también en su muerte”, reflexiona esta activista por los derechos humanos del no nacido. La verdad que le llevó a ser testigo Tenía  catorce años cuando supo que era una sobreviviente. Sus padres no tenían intención de que lo supiera pero la verdad salió a la luz a raíz del embarazo inesperado de su hermana mayor. “Le estaré siempre agradecida porque, a pesar de su juventud y del trauma que imagino supondría en su vida de adolescente, tuvo el valor de contárselo a  nuestros padres venciendo sus miedos y preocupaciones y, fue entonces, cuando decidieron explicarme la verdad sobre mi vida y supervivencia”, dice Melissa. Esa misma noche, su madre pronunció las palabras que han cambiado para siempre la vida y el mundo de esta mujer: «Tu madre biológica tuvo un aborto durante su embarazo y tú sobreviviste a él». Entonces no podía tener noción del por qué. Pero la fe y su natural resiliencia obraron en ella lo sano hasta permitirle agradecer a Dios el tener, dice, una particular misión…

 “Cuando ocurre algo tan grande como es la supervivencia a un aborto, no existen ya zonas grises o borrosas que dificulten la percepción sobre aquello en lo que se debe centrar la atención”. En el asesinato de un no nacido perpetrado mediante inyección de una solución salina, el  bebé es explícitamente quemado. El líquido amniótico que protege al bebé se extrae, inyectándose en su lugar una solución salina concentrada. El bebé ingiere esta solución que le producirá la muerte 12 horas más tarde por envenenamiento, deshidratación, hemorragia del cerebro y de otros órganos y convulsiones. Esta solución salina produce dolorosas quemaduras graves en la piel del bebé. Unas horas más tarde, la madre comienza “el parto” y da a luz un bebé muerto o casi muerto… como fue el caso de Melissa Al final solo  queda el amor Para esta sobreviviente en esas horas se hace explícita la intervención de Dios porque tras las 12 horas regulares de haber sido inyectada a su madre la solución salina, no se producía el aborto, tal como puede leerse en el Registro de Nacimiento (imagen a la derecha) y narra ahora ella misma:  “El proceso en mi madre duró más de lo previsto, cinco días enteros en los que estuve nadando dentro de la solución letal. Fui abortada al quinto día del procedimiento y el personal sanitario  creyó que la intervención había sido un éxito. Sus palabras -según comunicara posteriormente a mis padres adoptivos el asistente social que se encargó de mi adopción- fueron: “la dejamos a un lado, porque no pensamos que sobreviviera”. Entonces, fui abandonada para ser eliminada más tarde”. Abandonada en una sala contigua como deshecho, fue una enfermera quien escuchó “los débiles gemidos” que emitía Melissa. Esa mujer la llevó de inmediato a reanimación y gestionó la intervención médica de urgencia que le mantuvo con vida. Tuvo secuelas por su escaso peso, daños al sistema respiratorio, hepáticos y otros. Pero con el paso de los meses y años, fue superando los obstáculos y encontrando sentido trascendente a su historia…

 “No guardo ningún rencor hacia mis padres biológicos por haber intentado abortarme, ni  siento resentimiento… y a pesar de que a veces ha sido difícil de llevar, he encontrado un sentido y un gran gozo en el sufrimiento que he padecido. Esto es lo que ha querido Dios para mí y debo integrarlo en mi vida. Soy la que soy y no puedo renunciar a lo que mi vida representa… Soy una persona religiosa, cierto. Cuando me doy cuenta de que no hay razón médica alguna por la que sobreviví y que estoy perfectamente sana, cuando veo todas las cosas que Dios ha obrado en mi vida, le estoy profundamente agradecida y le sigo dando gracias a diario por todo lo que continuamente me va regalando. Ciertamente, desde una perspectiva religiosa, entendemos que es Dios quien nos da la vida y nosotros no somos quiénes para decidir si esta vida merece o no ser vivida; aun así, terminar con la vida de un ser humano debería ser una preocupación de cualquier persona en este mundo, religiosa o no”. Portaluz
 http://infovaticana.com/2015/11/28/tras-siete-meses-en-el-vientre-de-su-madre-ella-le-aborto-pero-logro-salvarse/